domingo, octubre 31, 2004

Compras recientes


He comprado un libro de escritos de Luis Buñuel, Las cosas de George Perec y otro de Auster. En cuanto a Auster, estoy cerca de haber leído su obra entera; de Buñuel he visto la mayoría de sus películas y de Perec, es el segundo libro al cual me aproximo.

La sed del conocimiento, el deleite por el saber, se ha ido diluyendo en la responsabilidad profesional. Ahora importa cuánto ganas, no lo que pienses.

Sigo con la lectura de La Cuadratura del Círculo, de Álvaro Pombo. En definitiva, un poeta logra una prosa de mucho mayor calidad.

sábado, octubre 30, 2004

Kava kava


Cuando por fin logró conciliar el sueño ya era demasiado tarde. Había vivido colgado de un hilo, en la cuerda floja de la desazón, buscando razones para una vida que no era la propia, sino una ajena, prestada nomás por un rato. Sabía que su vida comenzaría pronto, mucho más de lo que podía imaginar, acaso mañana o el lunes o la semana siguiente. Uno de estos días, pero pronto, eso si. Había pasado una larga noche, con lluvia y truenos allá afuera, letargos y desesperación acá dentro. Los segundos eran agua diluida; los paisajes, rayos incandescentes. La kava kava, valeriana o cannabis habían dejado de adormecerlo. Estaba inquieto sin sosiego, rebelde sin razón de estar. Los días de septiembre siempre lo habían vuelto un poco melancólico, como si la lluvia lo ahogara por dentro y lo hiciera fluir junto a ella. ¿Una lágrima o una gota? Las dos son agua, pensó.

Desde la primera vez que lo vi supe que era distinto a los demás. Caminaba con una calma demasiado extensa, como si el mundo transcurriera bajo sus pies como en una banda para correr: entre más lento iba, parecía detener el tiempo hasta casi virarlo. Sufría de nervios, según él. Yo nunca le creí, nunca pude estar seguro de nada referente a él. Un día estaba triste y melancólico; al otro, alegre y de una euforia incontrolable. Siempre distinto, sin un patrón de conducta fijo o predecible. Ahora se que es un buen hombre; ahora que es demasiado tarde.

¿Cuándo inició el derrumbamiento? ¿Cuándo el inicio del final? Nadie supo nada. Hubo quienes trataron de adivinar la razón o el momento preciso, la causa del sufrimiento, del abandono en el que se había sumido. Muchos argumentos, pocas conclusiones. Esa tarde había salido sin rumbo fijo. Tenía demasiados pendientes pero decidió postergarlos al ver el indicador del tanque de gasolina: la aguja caída hasta el extremo izquierdo. No había a donde ir. Retiró el pie derecho del acelerador para economizar el poco combustible que le quedaba y llegar con el puro vuelo a casa de su amigo. Tocó a la puerta con la llave. Volvió a tocar. Nada. Gritó: Gordo. Nada. Cabizbajo, dio media vuelta y comenzó a desandar hacia su auto. A los cuatro pasos escuchó la llave que giraba para abrir la puerta.

Me cuesta decirlo, pero debo admitirlo: al final le había comenzado a tomar cariño. Si bien no era la persona de mejores maneras, sí era bastante sincero y confiable. La primera impresión no es siempre lo que cuenta, aprendí a decir. Recuerdo que él solía juntarse con un amigo en común, mientras estudiábamos la secundaria: su apariencia demasiado formal, con pantalones Peroe y camisas Gap me hacía desconfiar de él. Por ese entonces yo llevaba pantalones de mezclilla rotos por las rodillas, una camiseta de los Rolling Stones que nunca me quitaba y mis inseparables botas de construcción. Ser alterno era la onda. Hasta ahora me doy cuenta que no era más que otro del montón. Pero esa es otra historia, la mía y no la de él.

Tomaron café y charlaron como dos viejos amigos habituados al malhumor de uno y las paranoias del otro. Fumaron apresurados en el patio trasero, como ocultando sus más arraigados miedos, sabiéndose culpables de apreciar y disfrutar del placer.

Después de escuchar a Baraka

Aun cuando siempre llevo prisa, ansioso por tener que ir a otro lado, me detengo un instante para dejar de lado la trascendencia. Volteo hacia la mesa de enfrente, escucho el ritmo de los tambores tocados por Lidia, rozo ligeramente el hombro de la mujer que amo, con la cual el amor se reinventa cada vez, siempre distinto, siempre vivo. Nos alejamos, nos separamos y nos volvemos a unir, cada vez distinto, como dos animalitos que, asustados uno del otro, comienzan a acercarse y a dejarse domesticar por el otro, cediendo un poco de su espacio vital, de su libertad para cumplir los antojos más solos sin ser necesariamente solitarios. Juntos, nos volvemos uno, otro, siempre otro. Al final, no hay mayor distancia que la de nuestras almas hermanas. Nos miramos y sabemos que sabemos aunque pretendamos negarlo. Ante lo que no se puede hablar, mejor un abrazo.

¿Dónde está lo que sobró del iceberg?
Minutos y segundos, traslapados por incidentes azarosos,
fortuitos y sincronizados con el universo de lluvia negra,
espadas claras, copos de nieve de tenues brillos azulados.
Abajo del mar se esconde la verdad, la vida, la otra vida.
Acá arriba, la relatividad ya nos jodió.

¿De dónde vienes cuando dices que te vas?
Sobre la isla desierta, no eres nadie mas que tú.

La importancia de mantener un diario es que uno se puede dar cuenta, sin el auxilio de la memoria, de lo que uno fue y, especialmente, en qué se ha convertido.


lunes, octubre 25, 2004

Lecturas en Casa Vieja

Red Cultural de Convergencia
Editorial Humo
Dirección de Literatura
(de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco)
Centro Cultural Casa vieja
y
Les Fleurs du Mort

invitan a su ciclo de lecturas literarias

Lo que escribiré ayer

Octubre

20
Casa Vieja
Leticia Cortés Giordano Pérez-Castro

27
Les Fleurs du Mort
Jorge Zul de la Cueva Hugo Plascencia Madrid


Noviembre
3
CV
Lucía Rostro Nylsa Martínez Morón

10
Les Fleurs
Omar Rojas Javier Sandoval (Arkham)

17
CV
Cástulo Aceves Omar González

24
Les Fleurs
Fernando Carrera Arturo Accio


25-26
CV
Box poético
(Que coordinan Raúl Ramírez y Mauricio Ramírez)



Les fleurs du mort Casa Vieja
8 de julio núm. 5 Liceo num. 22
(esquina con (a media cuadra
Morelos) de la Casa Museo
López Portillo)
20:30 horas

Lecturas en Casa Vieja

Red Cultural de Convergencia
Editorial Humo
Dirección de Literatura
(de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco)
Centro Cultural Casa vieja
y
Les Fleurs du Mort

invitan a su ciclo de lecturas literarias

Lo que escribiré ayer

Octubre

20
Casa Vieja
Leticia Cortés Giordano Pérez-Castro

27
Les Fleurs du Mort
Jorge Zul de la Cueva Hugo Plascencia Madrid


Noviembre
3
CV
Lucía Rostro Nylsa Martínez Morón

10
Les Fleurs
Omar Rojas Javier Sandoval (Arkham)

17
CV
Cástulo Aceves Omar González

24
Les Fleurs
Fernando Carrera Arturo Accio


25-26
CV
Box poético
(Que coordinan Raúl Ramírez y Mauricio Ramírez)



Les fleurs du mort Casa Vieja
8 de julio núm. 5 Liceo num. 22
(esquina con (a media cuadra
Morelos) de la Casa Museo
López Portillo)
20:30 horas

domingo, octubre 24, 2004

Ciertas frases

Hay ciertas frases en un poema que
el lector reconoce como propias al instante.
En ese momento –y sólo en ese– es posible hablar
de poesía. La escritura es un mero artificio; lo importante
es la lectura del poema por el verdadero poeta: el lector.
Así, la poesía no puede seguir teniendo el nombre del autor,
a menos que sea el de un colectivo o una comunidad entera:
la poesía indígena, por ejemplo, lleva el nombre del pueblo,
no del autor: náhuatl, maya, mixteca, maori.
Abandonar el derecho de autor para convertirnos en una verdadera comunidad.

La lectura de poesía –o de poemas, más bien–, en público, se atiene más a una motivación político o contestataria que a una razón de belleza estética.

sábado, octubre 23, 2004

De nuevo

De nuevo el miedo, el escalofrío ante
la falsa certidumbre. Mejor que vivir,
tenderse sobre la cama todo el día.
Escucho música árabe, tengo un nombre
árabe; vivo en una ciudad de nombre árabe.
Todos los nombre, el nombre.
Bárbaro y exiliado en tierra propia, extranjero
por convicción, por derecho de individualidad.
Me evaporo ante el clasismo de la ciudad – no
hay escape para los que no se han dado cuenta
de su no vivir.
De nuevo, el letargo de la insatisfacción.

viernes, octubre 22, 2004

Sobre la lectura en las Flores de Muerte

Pregunté sobre la lectura. Me
dijeron: tú sólo lee poesía.
No supe a qué se refería. Decidí
tomar unas cuantas palabra y aglutinarlas
a mi mejor entender: en lugar de árboles, letras
inconexas desenvueltas en Casa Vieja.

Ahora dejo que el texto llegue a ti. En
un cierto punto se dará la confluencia
de reflexión y creación, de lectura y escucha,
de sueños olvidados o deseos jamás encontrados.
Yo decido abordar la poesía antes de
caer en la duda: el pecado no es caer sino dudar.

¿Habrá quien pueda hablar de un tema en específico?
Yo no se nada mas que la incertidumbre de la
fosa séptica al final del pasillo del cuarto de estudio.

jueves, octubre 21, 2004

Con cuidado

(Las siguientes líneas prometen
ser interesante debido a la
situación misma del autor.)

“Léase con cuidado”, advierte
el editor de la obra en cuestión, en una
etiqueta blanca sobre una caja de galletas.

Yo no veo nada de cuidado: la vida
me va igual. Si leo o no leo, si miro o
sólo veo, da igual – ¿será?

La cuestión sobre la certeza sigue
en juego, aunque el encargado de la Ghandi
se sorprenda del interés creciente en
el tema. “Ya estuvo con Wittgenstein”, dice
calladamente.

Yo no veo el cuidado en nada. Me sorprendo
poco, sonrío un tanto menos. He comenzado
a morir, lo se: una cana nueva cada día, una arruga
y un cansancio irrefrenables. La evolución decide
retomar la balanza, regresar al momento de
energía mínima.

Tanto las opiniones ligeras como las extensas guardan cierto peso en la conciencia del que las reflexiona, principalmente.

Un poco de cuidado es un tanto más de muerte:
“entre mas vives, menos mueres.”

Y terminar de repente no es truco; es sinceridad ante el miedo al final verdadero.

miércoles, octubre 20, 2004

Me he dado cuenta de la importancia de ganar y tener dinero. Como no quiero trabajar en un futuro, decido trabajar ahora. Es necesario edificarse un lugar para morir, para echar panza.

sábado, octubre 09, 2004

no creencia involucra creer


Lo extraño en la vida es el esfuerzo. Si la naturaleza tiende a estabilizarse en su mínima energía, ¿por qué el hombre busca el equilibrio en la trascendencia, en la energía máxima?

Comienzo a preguntarme qué es lo que quiero de la escritura. Contar o publicar, trabajar o apasionarme. Comienzo a tener diferencias más marcadas con las personas, amigos o desconocidos.

La no creencia tambien involucra un creer. Para sustentar una no creencia, el no fanático debe crear un nuevo modo de pensar, donde la creencia en la afirmación fundamentada vence a la fe aceptada vedadamente.


viernes, octubre 08, 2004

libro libre

Día del Libro Libre. Como un acto de manifestación pacífica a favor de la no creencia, hoy dejé un libro en el café frente al Expiatorio. Trópico de Capricornio, de Henry Miller, un contestatario en sí, fue el libro con el que doy inicio a esta serie de manifestaciones, cada día 7 del mes, de carácter activo debido a lo directo del medio: la lectura. Leyendo y discutiendo se hace el conocimiento. Uno tiene que ir por una senda no trazada, con el auxilio de ciertas pistas que nos indican por donde puede ir el camino. Espero la lectura siga siendo uno de los vínculos más cercanos entre dos desconocidos. No es necesario creer para hacer esto; simplemente se hace.

Hay historias que mueren antes de ser contadas.
Vidas que terminan antes de morir.
La historia de la vida se repite una y
otra vez hasta la muerte.
Si muero es porque he logrado nacer.
¿Tanta muerte en tan pocas líneas?
Suficiente para matar, dices tú.

miércoles, octubre 06, 2004

no creencia en las letras

Estoy conciente de que la literatura no es la vida, sino una deformación de ella. Al escribir, uno transforma la realidad, la maquilla hasta casi desvanecerla o iluminarla, de tal manera que se vuelva insoportable su incandescencia. Hay quienes creen en la literatura, en el sentido poético de la vida: van por ahí con una actitud fatalista y un aire de andar por los aires, se sientan con la pierna cruzada y la mano deteniendo la cabeza, como si realmente pensaran o imaginaran algo importantísimo y fundamental para la especie humana. También están los condenados a las letras, los que no quieren ni desean escribir pero, imposibilitados (o agraciados) por su forma de ver, ya no tienen más remedio que ser partícipes de la historia al imprimir su particularísima forma de ver el mundo en un papel. Creo que el estilo moderno siempre es aborrecible, siempre está mal escrito, porque rompe los cánones actuales, o pasados, mejor dicho. Entonces la belleza nace del error propiciado, de la aberración que siente un hombre por su propio destino, al saberse heredero de la muerte y la futilidad de la vida. Las letras ya no son una elección, es una lucha por negar el pasado, para morir sin tanto peso.


derecho a no creer

Comenzaré a abogar por mi derecho a no creer. No escribo porque crea en la poesía; simplemente no me queda otra forma de vida. He creado una ficción de mi propia existencia.

Quiero defender mi derecho a no creer, a expresarme sin la necesidad de atribuirle a dios o a la energía los sucesos extraordinarios que pasan en el universo. Quiero defender mi derecho a escribir sin la necesidad de creer en la literatura y, mucho menos, en la poesía. La poesía no debe ser un objeto de idolatría, como lo es para ciertas sectas semi-secretas que se juntan a leer poemas no escritos ni vividos en la historia del ser humano verdadero, de aquel que se levanta temprano, sale a trabajar sin desayunar y, medio sonámbulo, lleva a cabo las acciones absurdas de un progreso degenerado que lo llevará directito a la tumba. Quiero defender mi derecho a no andar con cuidado, a no perder la libertad y rebeldía tan propia de la juventud. Quiero defender mi derecho a vivir dentro del sistema pero no ser asimilado por él, a soñar y formar parte de ideas creativas, aunque sin venderme al postor más generoso, lacra o abusivo. Quiero defender mi derecho a defender mis derechos, aunque el cardenal diga que mejor vuelen cabezas. Quiero defender mi derecho a conocer, a estudiar, a jugar, a respirar, a soñar, a coger, a comer, a amar, a viajar, a descansar, a charlar, a ser, a estar. Quiero defender mi derecho a volar y nunca bajar. Don´t let the bastards drag you down!

También tú tienes derecho a no creer; de hecho, aunque no te hallas dado cuenta, has nacido en una generación que no cree. Estamos presenciando la felicidad del no creer. Tú también tienes derecho a defender tu derecho. No creer no está bien ni mal: está.

Igual como se escribe un diario se escribe un libro, una vida se reinventa al renunciar a la vida ya creada. El cambio es decisivo, no hay oportunidad de tambalear en la balanza. El equilibrio es el único estado aborrecible del hombre: a los tibios los vomito. Pero, ¿es necesario recrear el mundo tal cual o uno inventa el mundo como mejor le plazca, aun cuando pueda ser totalmente absurdo, alegre o deprimente? No hay receta de cocina para semejante bocado. No hay más que seguir viviendo, de una u otra forma. La elección es el verdadero sentido en la vida.

domingo, octubre 03, 2004

No queda mas remedio que el exilio voluntario, el escape de uno mismo para habitar en un sitio único, donde el medio ambiente no es agreste al crecimiento y la creatividad. Desde fuera se ve mucho mejor el escenario entero. Sólo cuando se da la marginación, el mirar de lado porque de frente está prohibido, es posible encontrar un sendero más o menos decente, un paraje donde detenerse a contemplar la inutilidad de la existencia.
He decidido escribir en vez de hablar. La palabra escrita guarda el peso de la memoria; la dicha, se desvanece ante la menor distracción. Una buena opción es la red, ya no la impresión sino la digitalización de la palabra. El texto se vuelve unos y ceros, bits más, bits menos.

Buen domingo: día de campo con L y C. Subimos un ligero montículo en medio de la Calera la Primavera. Contemplamos y escuchamos a la naturaleza, trepamos árboles, retozamos sobre la hierba del cráter volcánico. Los domingos son días de guardar. Eso es lo que dicen algunas religiones, creo yo.

sábado, octubre 02, 2004

Ex-Crenvento


Supongo que no soy de esos que leen en el Ex-Crenvento. Los poetas locales darán una lectura, me dijeron. Pero, ¿quiénes son los poetas locales, aquellos que ensucian la página en blanco, los aduladores de la generación beat –porque han oído de ellos, no tanto por ser buenos–, los declamadores de versos no escritos, inexistentes en el libro de los tiempos? Y, ¿por qué no invitaron al jardinero que poda con tanto cuidado sus tulipanes o al barrendero que va de un lado a otro de la calle silbando o a la cocinera que baila al compás del fuego y el agua hirviendo o al limpiaparabrisas que da una palabra de ánimo para continuar?
Si los poetas locales se juntaron para leer, ¿por qué nadie los lee? La poesía, para completar su ciclo después de haber sido escrita e impresa, debe ser leída, pero no por el poeta escritor, sino por el poeta lector. Usualmente estos dos son personas diferentes.
Ahora, unas líneas de un poeta (Stig Larsson):

Juventud,
impulso por patear la nieve brillante bajo el sol hacia un charco

Aquí no hay nieve pero sí un montón de charcos. El sol: el mismo pero diferente. Los impulsos: cualidad inherente a la juventud. Las distancias, según la posición y velocidad del observador (sounds familiar? Should be.)
Espero alguien lea y no sólo escuche. Uno ve al ver, no al escuchar.


viernes, octubre 01, 2004

hormigas


Vivimos rodeados de hormigas durante casi todo el verano. Había sangre en los pasillos, llantas quemadas en el patio, serpientes y gusanos en el jardín del frente. Yo hacía como que trabajaba; ella trabajaba su vida sin hacer nada mas que lo realmente importante: cocinar, sonreír, amar.
La luna entera nos visitó un par de veces en el mismo caluroso mes de julio. Un gato negro aparecía de vez en cuando frente a la entrada. Le di un plato de leche pero nunca pude captar su atención verdadera, un amaestramiento suficiente para llegar a una amistad.
Las mañanas eran de trabajo; las tardes para pasear, soñar y hacer el amor. No hubo un solo día en que no sudáramos aunque sea unas cuantas gotas. Cuanto se acabó el calor y las hormigas, también se apagó un poco la pasión.
Ahora volteo hacia atrás buscando lo perdido. No me hallo.