derecho a no creer
Comenzaré a abogar por mi derecho a no creer. No escribo porque crea en la poesía; simplemente no me queda otra forma de vida. He creado una ficción de mi propia existencia.
Quiero defender mi derecho a no creer, a expresarme sin la necesidad de atribuirle a dios o a la energía los sucesos extraordinarios que pasan en el universo. Quiero defender mi derecho a escribir sin la necesidad de creer en la literatura y, mucho menos, en la poesía. La poesía no debe ser un objeto de idolatría, como lo es para ciertas sectas semi-secretas que se juntan a leer poemas no escritos ni vividos en la historia del ser humano verdadero, de aquel que se levanta temprano, sale a trabajar sin desayunar y, medio sonámbulo, lleva a cabo las acciones absurdas de un progreso degenerado que lo llevará directito a la tumba. Quiero defender mi derecho a no andar con cuidado, a no perder la libertad y rebeldía tan propia de la juventud. Quiero defender mi derecho a vivir dentro del sistema pero no ser asimilado por él, a soñar y formar parte de ideas creativas, aunque sin venderme al postor más generoso, lacra o abusivo. Quiero defender mi derecho a defender mis derechos, aunque el cardenal diga que mejor vuelen cabezas. Quiero defender mi derecho a conocer, a estudiar, a jugar, a respirar, a soñar, a coger, a comer, a amar, a viajar, a descansar, a charlar, a ser, a estar. Quiero defender mi derecho a volar y nunca bajar. Don´t let the bastards drag you down!
También tú tienes derecho a no creer; de hecho, aunque no te hallas dado cuenta, has nacido en una generación que no cree. Estamos presenciando la felicidad del no creer. Tú también tienes derecho a defender tu derecho. No creer no está bien ni mal: está.
Igual como se escribe un diario se escribe un libro, una vida se reinventa al renunciar a la vida ya creada. El cambio es decisivo, no hay oportunidad de tambalear en la balanza. El equilibrio es el único estado aborrecible del hombre: a los tibios los vomito. Pero, ¿es necesario recrear el mundo tal cual o uno inventa el mundo como mejor le plazca, aun cuando pueda ser totalmente absurdo, alegre o deprimente? No hay receta de cocina para semejante bocado. No hay más que seguir viviendo, de una u otra forma. La elección es el verdadero sentido en la vida.
Quiero defender mi derecho a no creer, a expresarme sin la necesidad de atribuirle a dios o a la energía los sucesos extraordinarios que pasan en el universo. Quiero defender mi derecho a escribir sin la necesidad de creer en la literatura y, mucho menos, en la poesía. La poesía no debe ser un objeto de idolatría, como lo es para ciertas sectas semi-secretas que se juntan a leer poemas no escritos ni vividos en la historia del ser humano verdadero, de aquel que se levanta temprano, sale a trabajar sin desayunar y, medio sonámbulo, lleva a cabo las acciones absurdas de un progreso degenerado que lo llevará directito a la tumba. Quiero defender mi derecho a no andar con cuidado, a no perder la libertad y rebeldía tan propia de la juventud. Quiero defender mi derecho a vivir dentro del sistema pero no ser asimilado por él, a soñar y formar parte de ideas creativas, aunque sin venderme al postor más generoso, lacra o abusivo. Quiero defender mi derecho a defender mis derechos, aunque el cardenal diga que mejor vuelen cabezas. Quiero defender mi derecho a conocer, a estudiar, a jugar, a respirar, a soñar, a coger, a comer, a amar, a viajar, a descansar, a charlar, a ser, a estar. Quiero defender mi derecho a volar y nunca bajar. Don´t let the bastards drag you down!
También tú tienes derecho a no creer; de hecho, aunque no te hallas dado cuenta, has nacido en una generación que no cree. Estamos presenciando la felicidad del no creer. Tú también tienes derecho a defender tu derecho. No creer no está bien ni mal: está.
Igual como se escribe un diario se escribe un libro, una vida se reinventa al renunciar a la vida ya creada. El cambio es decisivo, no hay oportunidad de tambalear en la balanza. El equilibrio es el único estado aborrecible del hombre: a los tibios los vomito. Pero, ¿es necesario recrear el mundo tal cual o uno inventa el mundo como mejor le plazca, aun cuando pueda ser totalmente absurdo, alegre o deprimente? No hay receta de cocina para semejante bocado. No hay más que seguir viviendo, de una u otra forma. La elección es el verdadero sentido en la vida.
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