martes, marzo 16, 2004

Guadalajara es un espejismo, un alto en el camino hacia la realidad.

¿Será que a veces no tengo nada que ofrecer? ¿O será mas bien que hay personas que no quieren recibir, obtener algo extra, como conocimiento o experiencia, de otro? Acaso el vacío sea estar demasiado lleno; la gordura, un vacío interminable de ansiedades mal encaradas. A mi, cada vez me cuesta más la sorpresa. Habiendo experimentado sensaciones intensas, puntos culminantes y amores capaces de traspasar la frontera del individuo, del mundo propio y el ajeno, de la fusión y redistribución del tiempo, me cuesta trabajo entregarme a una experiencia que, de antemano, sé no llegará a cumplir mis expectativas alcanzadas en otro momento. ¡Cómo me gustaría abandonar la petulancia del conocimiento, la soberbia del pensar y quedarme, únicamente, con la vivencia entera, la frontera donde se bifurca el tiempo, donde se dilata el ser, congelando la sonrisa en el aire!

Aprender a volar. Eso es lo que debería hacer. Lo demás, llámese como se llame, es insulso en comparación. Volar, no solo gravitar, sino desplazarse por el aire, sin más ayuda que la de la intención. Una cuerda se rompe cuando un deseo se pega. Un nuevo orden es creado a partir de un forma específica de ver el mundo. Desde arriba, la ciudad cambia de forma, deja su anonimato a un lado, al cobrar una identidad nueva, desde una perspectiva diferente. La cuerda ya no importa; el deseo es lo que queda o, mas bien, el acto engendrado por este deseo.

Hay una revolución dentro de cada individuo. La diferencia: sólo unos se dan cuenta. Los otros, creen fielmente la mentira de esos pocos. En las dos bandas hay placer, tanto en la ignorancia como en el conocimiento. La diferencia: mera elección.

El descaro absoluto en cuanto a la cultura del blog: Imre kertesz, y su nueva publicación.