viernes, marzo 12, 2004

There was a lot left unsaid.

¿Cómo usar las palabras, para decir lo indecible?

La palabra es pobre cuando se le compara con el signo. La magia de expresarse sin palabras no puede ser comparada con literatura alguna, por más hermosa que esta pudiera ser.


Sobre el miedo a las ideas de los otros

No es posible pensar por los demás. El miedo a la reacción ajena me paraliza, al causarme la duda verdadera, única: quién soy yo. Elijo dejar de pensar, andar a paso lento para cuidar el ritmo de mi cuerpo. Elijo la compañía de una mujer hermosa e inteligente, con la cual compartir el presente, instante que dura por siempre. La elección, como casi todo en la vida, sucede concientemente dentro de una gran gama de posibilidades presentadas por azar. Así, la casualidad pierde un poco su barbarismo al permitir entrar en juego a la razón y el punto de vista personal, mismo que decide cuando la vida será verdadera y cuando un profundo letargo.

El otro siempre está presente al momento de tomar mi decisión. Si me voy por este o aquel camino, es, más que por elección propia, por una persona ajena, el otro, que conduce mi vida de cierta manera, llevándola hacia confines no imaginados desde antes. La imaginación no está atada a la vida; por el contrario, la vida sí lo está a la imaginación.

Será verdad que el tiempo puede ser predicho, según un punto en el espacio? Yo lo dudo. Hay quienes insisten en aseverar que poseen ciertos poderes de adivinación y admonición. Acaso sea cierto pero, no pasará lo mismo con todos los seres humanos, siendo la única diferencia el estar conciente o no de ello?
En ciertas ocasiones, yo prefiero dejar la conciencia a un lado. El sueño es mucho más confortante que la vigilia. Volteo a mi cama; una ligera llamada desde otro mundo, una ventana al más allá, tan cerca que no lo puedo ver. Duermo o estoy despierto?