sábado, marzo 06, 2004

Aun cuando estoy seguro de lo ridículo de la idea, intento planificar mis acciones. Cómo es posible que alguien, en este caso yo, sea capaz de planear su vida de tal manera que escoja lo que pasará a largo y corto plazo? A mi se me hace por demás inverosímil.

Ahora enfrento otro problema, que se ha convertido mas en comedia, sobre el plagio de un artículo mío. Di una conferencia sobre matemáticas y poesía, la compartí con algunos interesados al final de la plática. Semanas después aparece plagiada, rescrita con el español del vos, y publicada con diferente autoría. En verdad, más que sentirme ofendido, me sentí halagado de que algún desconocido se quisiera apropiar de mis ideas, hacerlas suyas y vivirlas como tales porque, ¿no es ese el sentido de la literatura? En estos días se ha desatado el debate sobre este plagio, en la lista de correos de la persona que me avisó de tal. Algunos defienden al plagiador, diciendo que el es una persona moral y con un gran interés por el conocimiento, otros hablan de el elogio intelectual brindado por el plagiador, otro felicita al plagiador por poner “en forma clara lo que es tan difícil de investigar”. Me lleva la chingada, ahora resulta que este tipo me hizo un favor al destruir el ritmo de mi texto. Acaso sea verdad que en el siglo XXI desaparecerá el autor a favor del colectivo.