lunes, septiembre 06, 2004

El tiempo parece estar hecho de porcelana.
Una gota resbala sobre mi brazo derecho –un día es eterno; otro, infernal.
No hay consuelo para el que ha perdido la esperanza, el deseo, las ganas por hacer de uno mismo otro.
No hay otro.
Otro es una ilusión.
Aun cuando la noche ha perdido su importancia
aun cuando el día es una afrenta sin sentido, sin serenidad
aun cuando no soy yo ni soy otro porque uno y otro está ausentes
me miro sin verme, respiro sin olerme, vivo sin haber nacido
juego a vivir, sufro por no morir, espero; espero.

Me gustaría darme cuenta
de la nimiedad del intento, la banalidad del llanto, la fortaleza de creer.

En un rincón de mi habitación, ropa sucia; en otro estoy yo. Y
la nada que amamanta al todo se esconde bajo unos calzones cagados, un calcetín roto en la punta del dedo gordo, un ticket de Walmart, Gigante o qué se yo.



En definitiva, nada.

Estoy lleno de miedos, soledades, incertidumbres.
He dejado de escuchar el canto de los pájaros al amanecer, la campanilla del hombre de las nieves, la música consoladora de Peter Gabriel.
En la calle, un hombre grita: “nieves”.
Otro grito, otro.
Las campanas del templo: faltan 15.
Me aterroriza la idea de no tener ideas, el miedo de haber perdido los miedos, la incertidumbre ante la duda que ha dejado de llegar.