miércoles, septiembre 22, 2004

Kyra, viajes, soledad


Kyra ya es una niña, una pequeña persona capaz de decisión personal y sobre los demás. ¿Por qué será que al iniciar a hablar de un tema ordinario tengo el profundo vicio, casi una necesidad, de llegar a una abstracción de la idea original? He decidido volver a iniciar mi serie de foto-pretextos, una manera de aproximarme a la fotografía, la escritura y, especialmente, el viaje.

Viajar es el mejor escape, la ocupación del hombre libre por excelencia. El viaje comienza mucho antes de hacerlo, o mas bien se hace al comenzar a pensarlo. Es posible vivir del viaje, de la preparación para estar en otro lado, de la comparación y el análisis de la cultura que será visitada. Un viaje verdadero nunca termina. Uno siempre lleva un pedazo de la tierra visitada, un poco de amor y melancolía regado por ahí, en cualquier rincón, acaso el menos imaginado. También hay quienes viajan sin moverse, personas capaces del verdadero viaje, de la evocación de mundos alternos, no verdaderos dentro de la realidad relativa a cada individuo. El siguiente será a Tijuana, para ir a San Francisco. Luego Chiapas, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduas. Paso a paso me voy perdiendo por el mundo, me voy escapando hasta casi desconocerme al volver a casa. Ya no me hallo. He dejado de buscarme. ¿Será que la juventud se agota, que el ansia por el bueno morir me está inundando? ¿Por qué la pregunta si no es posible la respuesta verdadera? Mejor, viajo.

Estoy a unos pasos de asumir mi soledad. He abandonado el interés por la compañía; puedo estar en ella, pero no me siento cómodo, a menos que sea con un buen vino en la mano. Soledad, no elegida pero asumida.

Soledad no elegida, asumida.
Soledad de invierno en una tarde otoñal.
Soledad distante, triste y sola.

La vida es un copo de nieve donde se refleja el alma; la soledad, un letargo de la noche ausente.

En estos momentos podría llorar