sábado, noviembre 27, 2004


La soledad los volvió más solos y menos solitarios. El sexo puro no es más que un compartir soledades. Una mano para acá, otra para allá; bocas, vergas y puchas en plena exhibición. No hay amor remanente en el mundo. La mejor ilusión del adulto es no tener ilusiones.

Supongo que escribir historias no es más que tener ganas de decir algo importantísimo, fundamental, y no decirlo, sino contarlo sin usar las palabras que se usarían para expresar la misma idea. El torbellino de los sueños, la llama de los corazones congelados, el sepulcro del muerto incandescente, sin velorio ni primera comunión. De entre todas las profesiones posibles, creo que la escritura es la peor; sin embargo, es un mal necesario para acallar la conciencia y poder dormir de noche sin tanto remordimiento. Si tan solo nos pudieran asegurar el mañana, no habría necesidad de la literatura, porque el presente siempre se conservaría, no se daría la necesidad de guardar la memoria de la humanidad.

La única –y mejor– manera de tratar un tema, es viéndolo desde fuera. De aquí que mi amigo de Suecia se divierta con las cantinfladas de la política mexicana, y yo me quede consternado ante la posibilidad de guerra en Ucrania. Lo que hacemos partícipe de nuestro intelecto es lo externo; lo propio suena demasiado común para analizarlo.

Ahora resulta que hasta en la poesía se da la política y el futbol.