jueves, julio 29, 2004

Diario de Yucatán II

6.

Creo que ya nos hemos habituado a las noches en compañía, a los días que pasan entre mis estudios, sus quehaceres y nuestros paseos. Fuimos a Progreso, al puerto, a pasar el día. El malecón es impresionantemente largo, tanto que no nos animamos a recorrerlo todo. Nos sentamos sobre la arena, bajo una palmera y con una Corona barrilito en la mano. Comimos Kivis, empanadas de cazón, merengue y, en el último trago, nos cayó la tormenta, una tan intensa que ella pensaba la posibilidad de huracán por los altos vientos que azotaban la mar e intentaban arrancar a las palmeras o lo que pudieran a su paso. Decidimos caminar unas cuantas cuadras bajo la lluvia y refugiarnos en Eladios, restaurante que mas bien es bar, o botadero, según quiera llamársele. En ese lugar pides una cerveza y la comida –tradicional yucateca– va por su cuenta. Regresamos a Mérida a tiempo para asistir a la exposición de Antonio Ahuja, dibujante yucateco. En definitiva, uno pertenece a ciertos círculos, mismos que se van repitiendo de lugar en lugar.

7.

Los días se han ido amontonando, uno encima del otro. De nuevo lunes, otra vez lo mismo, de forma distinta. Tantas vidas por vivir y tan poco tiempo. Ayer por la noche miré la muerte de cerca: una infección estomacal me hizo recapacitar sobre mi existencia. Entre vómito, lágrimas, mocos y excrementos, contemplé la inutilidad de la vida humana, el inútil afán de trascenderla. Seguiré andando por las calles de Mérida aun ahora que han perdido su mágica novedad.

8.

¿Qué pasa con la vida mientras pasa? ¿Cómo es posible que ciudades invisibles ante la muerte sepan lo que es la vida? Mientras soñamos, ¿estamos? Hoy desperté al amanecer, después de una noche inquieta plagada de temores en forma de pesadillas. Volteé hacia ella, dormida, tranquila. ¿Cómo es que dos seres pueden compartir la misma cama, el mismo espacio vital, y ser tan ajenos el uno al otro? ¿Existe la unión –o comunión– entre dos personas en algún momento distinto al coito? Tan lejos y tan cerca. Siempre tan lejos y tan cerca. Y la vida que no acaba de llegar del todo. Y yo tan ajeno a la vida en si. La vida no deja de pasar pero ¿pasa algo cuando pasa sin que me de cuenta de que está pasando? ¿Pasa, está pasando o pasó?

9.

El cielo está vacío. Un azul inmenso recorre la tarde. Afuera, no hay más silencio que el rumor de los autos que pasan a toda velocidad como si fueran con el tiempo justo, cansados de andar, deseosos de llegar a cualquier sitio, llámese como se llame. Aquí dentro, la cosa es diferente: no hay silencio sino un hervidero de ideas dentro de mi cabeza. Intento comprender el funcionamiento del corazón analizando la variabilidad entre pulsaciones R–R, mediante transformadas wavelet y de Hilbert. Un verdadero lío: se manda una señal de un espacio a otro para analizarla y luego regresarla a donde estaba, una vez que ha sido comprendido el problema.
Las matemáticas, la ciencia o la literatura; me siguen rondando las mismas preguntas: ¿artista, científico o ente ordinario? Aun cuando me inclino por la última, el destino y mi cabeza me atrapan a las dos primeras. ¿Cómo desandar el tiempo para volver a la normalidad? De un brinco a otro, está la muerte; y la vida, un punto carente de dimensión. El techo sigue lleno de blancura; una grieta, un suspiro.

10.

Ella duerme, descansa, se abandona al mundo de los sueños, probablemente el único confiable, verdadero.