jueves, julio 29, 2004

Diario de Yucatán I

1.

Después de volar tres horas, y con otra media de retraso, llegamos. Eran las doce de la noche. El calor no estaba tan intenso como había esperado: apenas 26°C, con una humedad del 97 %. Paseamos por Montejo, llegamos a dormir: prendimos el aire acondicionado, nos miramos frente a frente y, sin un beso de por medio, nos abrazamos y caímos sobre la cama.

2.

El amanecer fue extraño. Al estirar el brazo me di cuenta de que no estaba solo. La abracé y, dándole un beso sobre la ceja izquierda, dije: buenos días. Ella sonrió y se estiró. Levantando los brazos dijo: voy al baño.

3.

En “La Casa de Todos” viven aquellos que alguna vez se atrevieron a soñar pero murieron en el intento. En definitiva, uno pertenece a un círculo preciso. No importa donde ni con quien, el círculo permanece. Salí de la casa, después de ver a un hombre muerto en vida, entregado a la resignación de no haber triunfado. Como aún podía, decidí seguir creyendo, aunque ahora fueran menos lo que creen.

4.

Sisal. La libertad para soñar es una razón para seguir.

5.

En Mérida, la aristocracia es blanca, de una refinada sencillez. El gobierno no escatima en gastos para ciertos eventos. Acudimos a la inauguración de exposiciones de pintura al Macay –Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán–. Tomamos vino, canapés, enrolladitos. Charlamos a la mesa de uno de los dibujantes, su familia y otros dos viejos, acerca del cine y la maravillosa habilidad de Majid Majidi en su película Baran. Pudimos –o más bien pude, ya que no estoy seguro de que ella lo haya disfrutado tanto como yo– admirar un Rothko, aunque separados por una línea amarilla de unos cincuenta centímetros que mediaba entre el cuadro y yo. ¿A qué le temen los mexicanos: a contemplar el arte sin aproximarse demasiado por temor a dañarlo? He visto obras mucho más caras y famosas en el Louvre de París, el Van Gogh de Amsterdad o el Tate Modern de Londres, sólo por citar algunos en los que la interacción con la obra es mucho más intensa. ¡Vaya, no se pueden tocar las pinturas, pero si acercarse de perfil para admirar las plastas coloridas sobre la noche estrellada! En fin, buenos vinos –abundantes–, buena charla –con cortesía– y una velada agradable. Apenas dos días en la ciudad y ya asistimos a un evento local. Las ruinas siguen esperando.