domingo, septiembre 19, 2004

Un fragmento y dos poemas


Según P, uno comienza a hacer literatura cuando tiene alguna historia que contar y nadie a quien contarla. La historia es personal, auténtica e irrevocable. Nadie sabe nada, uno cree conocer algo. En el intento de creer, el esfuerzo por acercarse a la verdad, está la historia, o el intento que se haga por formar una. El domingo es un buen día para el intento, para dejarse caer sobre el sillón y soñar un montón de pendejadas que sería bueno vivir, lugares para visitar, personas por conocer, y luego darse cuenta de la inutilidad de la vida propia, o de cada uno para acabarla de chingar, en la que nada importa mas que el intento por armar la historia para que otro la pueda entender y volver a contar o a vivir, según sus posibilidades. Pinches domingos de aletargamientos. Por primera vez estoy de acuerdo con M sobre lo aburrido y tediosos que pueden ser estos días en particular. Ya ni el intento vale la pena. Estoy tan desesperanzado que ya ni los sueños dan efecto placebo a mi no-estar.




Sucede un accidente.
Alguien
lo ocasiona.
El mundo se atrofia.

No hay destino, sólo ilusión.

La ley del mínimo esfuerzo,
máxima entropía.
Todo decae, se desvanece.

Si un hombre muere, ¿se afecta el flujo de la vida?






Hay cierta magia en mi colonia que no he logrado comprender.

Toco a la puerta de mi casa como un extraño;
desde dentro grita una voz: ¿quién?
Lanzo un ligero grito: yo
¿Qué significa yo? Ante la multicidad
de significados, ¿cómo elegir el adecuado?
La poesía ha ido muriendo. No
ella, su lectura.
Ahora los hombres interesantes ven la TV,
no recitan poemas sobre el amor, la política;
la vida.

Las calles de mi colonia tienen un encanto especial.